Es una ciudad encantadora, con ese clima no es para menos.
En pleno verano hace fresco por la noche y hace falta una chaqueta, por el día el sol aprieta pero se lleva muy bien. No es la sofocante Barcelona en verano.
En invierno parece que nunca bajan de cero grados, eso explica la cantidad de motos que puedo ver por sus calles. Hay mucha moto japonesa, americana y europea por igual.
El hotel escogido es el Chelsea Motor Inn en el 2095 de Lombard St. está en la zona de Marina District al norte de la ciudad.
Es una zona de restaurantes y copas para locales, muy cerca del popular y guiri Fisherman’s Wharf, cogiendo el autobús 30 estás en un cuarto de hora.
Además el hotel está a unos metros de la Apple Store de Chestnut Street, eso me emcanta.
En cuanto a la ciudad, los tranvías son exactamente como imaginaba, viejos, suben y bajan unas cuestas de la hostia y están llenos de turistas, los únicos que se siguen utilizando por los no turistas son los de la línea F que hacen Market St. y The Embarcadero.
Visitas obligadas al Pier39 con su colonia de leones marinos y su centro turístico, visita a la Union Square y sus tiendas de lujo y muchos paseos por la zona de Fisherman’s Wharf y sus marisquerías.
Para la visita a las zonas más alejadas del hotel, si vences tu timidez, puedes alquilar un Go-Car, es una especie de ciclomotor montado en un triciclo en el que pueden ir dos personas sentadas en el que han instalado un gps y una guía multimédia que te va llevando a los lugares de interés de la ciudad.
Bochornoso ir en una cosa así y además de color amarillo, pero muy práctico y rápido.
Visita entonctes al parque de Presidio, a Fort Winfield y como no: al Golden Gate Bridge.
El vuelo de regreso a Los Angeles es a las seis de la mañana, hay que madrugar bastante y son ya varios días de viaje, el cansancio se empieza a notar.
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