Situado en la planta baja del restaurante Tragaluz es un sitio rápido y accesible.
Sin reserva, a última hora del sábado (pasaba de las 11 de la noche) y sin problemas para conseguir una mesa para dos.
Es un sitio bonito (moderno?) que además permite tomar unas copas o alargar la cena con una buena conversación después.
La carta es muy breve pero tienen platos ricos que solucionan cualquier cena.
Puedes ir a comer del mediodía hasta la medianoche y los jueves y fines de semana hasta la una de la madrugada.
Festival de colores, como dice David.
Nos lo pasamos muy bien cenando aquí.
Nos habían chivado que lo suyo son los arrocitos, y es cierto, están de coña. Hay que probar el arroz caldoso.
Es un local sin ningún encanto y con pocas mesas.
En realidad es un local bastante pequeño, como otros muchos lugares de la Barceloneta.
Reservamos para cinco, pero no hacía falta, al final cenamos solos, ni una mesa más, algo extraño para ser viernes. Ellos también nos dijeron que era algo extraño, que normalmente no se cabe…
Pues no puedo hablar muy bien.
Horroroso, un desastre.
Pasábamos buscando algo nuevo por el barrio y desgraciadamente en éste había sitio.
No estaba vacío, había gente pero quedaban mesas libres.
El local no es feo, al entrar me recordó mucho al Pla de la Garsa que tampoco se lució mucho….
En fin, tres a cenar.
Cobran un euro por el cubierto, a mí eso ya me molesta un poco, es algo antiguo, que pasa? te llevarás los tenedores a casa?
Acaban de abrir de vacaciones y algunos platos no estaban preparados o no los tenían, cosa que resulta bastante lógica.
Este sitio es uno de esos lugares de culto de Manel… cenar allí es como hacerlo en casa.
Fuimos seis a cenar algo. Algunos cansados de los excesos del verano y sin muchas ganas de meternos el gran atracón, pensando ya en cuidarnos un poco jajaja.
Cena rápida a base de torradas (tostadas) sin más complicaciones.
Sigo de vacaciones y me lancé a la carretera.
Excursión hasta A Coruña por la carretera nacional VI, la antigua, nada de autovías y parada para comer.
Muy chula la carretera antigua, con unas curvitas en la cuesta de la sal y poco tráfico, está bien de firme.
Parada para comer en un restaurante de carretera, con un menú espléndido y muchos camioneros y paisanos dentro.
De primero una ensaladilla rusa y de segundo una parrillada de lo más bestia.